La soledad acompañada me encanta. {Samantha}

Nada más llegar y saludar a los abuelos me escapé de la casita donde estos vivían para marcharme a la playa. Quería aprovechar el hecho de que aún nadie sabía que yo era el nieto de los Hamilton ya que estaba seguro de que en cuanto los habitantes del lugar supiesen de mi llegada se la pasarían buscándome para hacerme todo tipo de preguntas relacionadas con todos esos años que había pasado sin pisar el pueblo. No estaba muy seguro de porqué un día dejé de querer veranear aquí pero ahora que caminaba por la calle que dirigía a la playa, que respiraba el húmedo aire salado y que podía notar la tranquilidad a mi alrededor me arrepentía de haber pasado tantos años lejos del lugar.

Tras dos minutos andando por la arena de la playa, encontré un sitio que no estaba demasiado alejado de la gente pero que al mismo tiempo me apartaba de esta. Yo no era un tipo antisocial, pero estaba agotado del viaje y lo que menos me apetecía era que me llenasen de arena el grupito que estaba jugando a voley unos metros más a la derecha. Estiré la amplia toalla sobre la arena, me quité las sandalias y me desprendí la camiseta del cuerpo. Cualquiera que no supiese que yo era moreno por naturaleza creería que me pasaba los días tomando el sol. Siempre me había gustado el tono bronceado de mi piel, pero más aún me gustaba la de Dianna ya que era aún más que la mía.

Dejé las cosas en la arena y me dirigí a la orilla donde no diré demasiado ya que me metí en el agua sin pararme a pensar en nada más que en disfrutar del chapuzón. La sensación fue extraña pero de lo más agradable.

Había llegado el día anterior y había pasado la tarde con Jacob para llegar luego al hotel y ordenar mis cosas en mi habitación y dormir, pues tras dar unas vueltas por el pueblo estaba rendida y prácticamente había caído en la cama muerta. Aparte no quería salir esa noche por allá, no me apetecía encontrarme con nadie, que la gente cuchichease por ver a una famosa modelo por el pueblo, sobretodo con las últimas noticias y cotilleos que habían pasado.

Al día siguiente, a pesar del sol que aparecía por la ventana acabé despertándome tarde, por lo que pasé de moverme del lugar. Me levanté y duché tranquilamente para ir a comer al restaurante del hotel y volver a mi habitación a pasar el día.

Tras horas tirada en mi cama acabé decidiendo en salir a dar una vuelta, a ir a la playa. Esperaba que no hubiese muchos fanes pero prefería arriesgarme a dar una vuelta que quedarme tirada ahí.

El sol aún no estaba muy alto, pero aún así pegaba bastante y hacía demasiado calor. El agua fría siempre era buena para la circulación, y me gustaba el contraste del frío de agua con el calor del aire. Así que cogí mi bikini marrón, uno que me había regalado la última cadena con la que pose, nuevo y bastante minúsculo, aunque eso no me suponía ningún problema, pues estaba acostumbrada a posar hasta desnuda, por lo que pudorosa en ese sentido no era.

Tras coger la toalla, mis sandalias blancas de tacón, un bolso grande y mis gafas, objeto que siempre iba conmigo fui hacia la playa. El paisaje era perfecto, impresionante. Aun que lo único que no me gustaba es la cantidad de gente que había. A medida que me adentraba en la arena la gente se giraba para mirarme y murmurar, llamaba bastante la atención. Suspiré para serenarme y dejé las cosas apoyadas en la arena con cuidado y fui a darme un buen baño refrescante. Tras estar ahí un rato, decidí que ya tenía bastante, por lo que salí y me dirigí a la toalla, a tumbarme un rato y empaparme de sol. Desde allí veía como algunos dudaban si acercarse, y otros más osados se acercaban para pedirme un autógrafo o hacerse una foto. Privacidad a la porra, dentro de nada la prensa sabría donde estaba y vendría a meter baza. La verdad, poco había tardado en causar sensación y atraer todas las miradas.

Desde que había dejado el instituto mi vida se había limitado a fútbol con los amigos, largas horas entre las paredes del gimnasio, el trabajo y mi hermana Dianna. Pasaba todos los días de mi vida, sudando como un paleta que trabaja a pleno sol a las tres de la tarde. Me la pasaba corriendo de un lado hacía otro, machacándome con las tablas de ejercicio que los jefes nos obligaban a seguir a rajatabla, subiendo y bajando escaleras del parque de bomberos. Me encantaba mi trabajo ya que sentía verdadera vocación por él, pero es estresante eso de saber que tienes que estar disponible las veinticuatro horas del día para ayudar donde fuese. Mi cuerpo se había acostumbrado al calor, y por ello no me importaba pasarme largas horas bajo el sol, incluso lo necesitaba. Los días de invierno se me hacía prácticamente insoportables a pesar de llevar siempre mil mangas. Agradecía poder estar ahora tranquilamente nadando entre las leves olas del mar.

Nadé hasta la segunda bolla y una vez la toqué, cogí aire para volver a nadar hasta la orilla. Me encantaba sentir como el agua me rodeaba completamente y como los labios se me salaban al contacto con el frío agua. No hacía más que pasarme la lengua por el labio superior por instinto. Aumenté la velocidad en la que nadaba todo lo que mi cuerpo me permitía y en pocos minutos conseguí volver a la orilla. Una vez el agua me llegaba por las rodillas me llevé las manos al pelo y lo alboroté como acostumbraba a hacer siempre que salía de la ducha. Tenía esa manía desde que me corté el pelo a los quince años y para ser sincero me gustaba. Suspiré profundamente antes de echar a andar a la toalla.

En el camino me pude dar cuenta como todos los que anteriormente estaban cada uno en sus cosas se centraban en lo mismo. ¿Pero qué era? Me puse la mano en la frente a modo de visera y observé en dirección a la que todos miraban y ahí, tumbada sobre una toalla como cualquier otra persona en el lugar, se encontraba una chica espectacularmente bella. Ladee levemente la cabeza y me quedé ahí parado observando. Era preciosa incluso de lejos, pero no entendía el porqué de tanta expectación.

El día anterior, a mi llegada por mar había pasado exactamente lo mismo, maldije en silencio a la condenada fama y a la prensa, que hacía que no pudiese pasar los días tranquilamente, aunque por otro lado la gente pronto se cansaría o eso esperaba, no quería que se sacaran todos los trapicheos que fuera a hacer en ese lugar, quería parecer alguien normal, anónima para el resto del mundo.

Estaba empezando a sentirme algo agobiada y claustrofóbica. La gente cada vez se envalentonaba más, y se acercaban más grupitos. Yo mientras tanto intentaba concentrarme en lo mío, en evadirme de todo, aunque había un deje en mi interior de pensar que no tenía a nadie para mi seguridad, estaba completamente sola.

No aguantaba más ahí, ya no sabía si había sido una buena decisión el salir de mi habiación del hotel, pues ahora quería salir de ahí. Sin embargo no quería hacer ningún numerito, no era de esas famosas. Así que cogí mi pamela como si nada y me levanté. Quizá un paseo me viniese bien, aparte no creía que nadie tocara mis cosas, entre que todo el mundo observaba hacia la zona y que tenía el puesto de socorrismo a un metro, aparte que lo único que había traído era algo de dinero, ni siquiera había cogido el teléfono.

Empecé a caminar, aquello me hacía bien en mi cuerpo. Divisé una zona un poco más oculta al fondo, con rocas y me dirigí hacia allá quizá con un paso más apresurado del que quería, pero mi cuerpo me pedía el salir de allá ya. La gente, al ver que ya no había nada que ver se fue dispersando y suspiré más animada. Me alejé rápidamente y en pocos minutos estaba entre aquellas rocas, ligeramente oculta del resto de la humanidad salvo que te fijases bien. No sabía bien en donde me había metido, pero ahora que observaba mejor veía algún que otro crustáceo por la zona. Ahogué un grito y me senté en una roca bastante despejada. Quizá ahí si que encontrase algo de paz.

Cuando me aburrí de estar parado en medio de la nada – porque si ya no había nada ni nadie cuando me decidí por apalancarme en ese lugar, ahora había aún menos - observando al gentío que se iba acumulando cada vez en más cantidad alrededor de la chica, me dirigí a mi toalla para secarme. El sol ya había echo la mitad de el trabajo de secado, pero aún así me pasé la toalla por manos y espalda para terminar de secarme. Volví a estirar la toalla sobre la arena, me tumbé boca abajo y cerré los ojos sintiendo como los rayos del sol volvían a impregnarse sobre los poros de mi piel.

Estuve a punto de dormirme ya que el cansancio del viaje estaba dando sus consecuencias pero un puñado de arena cayendo sobre mi espalda me impidió terminar de conciliar el sueño. Levanté la parte superior de mi cuerpo con los brazos, adquiriendo la misma posición que si estuviese apunto de hacer flexiones y miré a mi alrededor apresuradamente. No había nada que me pusiera de tan mala hostia como el que me tirasen arena cuando estaba en la playa y si a eso le añadías haberme “despertado” empeoraba la situación. Le hubiese gritado cualquier cosa de haberse tratado de otra persona, pero la culpable de haberme tirado la arena era esa mujer.

La observé mientras se alejaba hacia las rocas. Miré en la dirección contraria y vi como la seguían un par de personas con cámaras. Fruncí el ceño. ¿Acaso era famosa? Me levanté rápidamente de la toalla, me quité la arena de la espalda, dejé todo tirado en el suelo como si no fuese mío y di la vuelta por detrás de las rocas para encontrarme con ella unos metros más adelante sin que nadie me viese. Mi intención era la de intentar despistar a los dos periodistas para que la dejasen tranquila.

Llegué antes que ella a la zona donde los dos caminos se cruzaban y me senté en un saliente algo escondido al lado del agua cosa que hacía que mis pies se mojasen al contacto con el agua. A mi alrededor tenía cangrejos, lapas y todo tipo de crustáceos. Sonreí al recordar la cantidad de veces que mi hermana y yo vinimos aquí a capturarlos, mi abuelo nos reñía por irnos tan lejos de la playa pero siempre echaba los cangrejos dentro de la pecera salada del restaurante. Un grito me sacó de mis pensamientos. Me puse en pie, la vi a lo lejos y me acerqué a ella cuando vi como los otros dos se acercaban. Le tapé la boca con mi mano derecha y con la izquierda me puse el dedo indice sobre los labios indicándole que no gritase. Cuando creía que no lo haría señalé un espacio entre las rocas donde podría ocultarse mientras los periodistas pasaban.

Al parecer no todo iba tan bien como creía, había un par de personas, que ya me había fijado en ellos, que no me quitaban ojo en ningún momento. Estaban constantemente pendientes de lo que hacía y ahora que me fijaba sus cámaras eran de alta gama, raro en turistas. Como por arte de magia mi cabeza se despejo y vi que eran periodistas, no se si de prensa rosa, pero al fin y al cabo periodistas, siempre pendientes de una noticia de portada. Y yo ahí estaba como si nada. Solo pretendía ocultar mi paradero, y eso sería imposible. A estas horas todo el mundo sabría donde estaba, vendría gente por aquí. No quería que se me aguaran las vacaciones. Había hecho un parón en mi trabajo por algo y no quería arrepentirme de ello.

De la que había estado caminando y verlos seguirme solo reafirmaba que eran paparazzis, que querían enterarse de todo. Gemí interiormente mientras llegaba a aquella zona, eran insufribles, aunque al menos no habían empezado con preguntas. Una vez que llegué y estaba viendo aquellos bichejos noté a alguien a mi lado y simultáneamente una mano tapándome la boca. Involuntariamente intenté gritar para pedir ayuda. Era un muchacho que me pedía que no hiciese ruido. Miré rápidamente a mi alrededor, aquellos dos hombres estaban demasiado cerca, y si me pillaban ahí con alguien ya no podría escapar de cualquier portada, y de increpaciones por parte de la gente. Miré al muchacho y asentí con la cabeza, ya más calmada. Me señaló un lugar en el que esconderme, lo que agradecí con la mirada y me apresuré a la zona.

Una vez allí esperé a que se acercase, y le dediqué una mirada a todo él. Estaba bien formado y era muy mono. Y por lo que acababa de ser parecía ser una buena persona, me había sacado de un apuro bastante gordo, otro simplemente se habría aprovechado por tener unos minutos de fama. Ahora esperaba conocer su nombre y no parecerle lo que la gente piensa que somos la gente con fama, altiva y prepotentes. Cosa que no definía para nada mi personalidad.

No sabía bien quien era esa chica, de la misma manera que no estaba seguro de quienes eran esos dos que la estaban persiguiendo pero lo que si que sabía era que tenía que ser de lo más incomodo ir a la playa o a cualquier otro lugar y tener gente a tu alrededor mirándote o personas siguiéndote allí donde quieras ir. Me aseguré que estaba bien escondida y como si nada me senté en la roca donde estaba antes, justo donde los dos caminos se cruzaban mientras pensaba que podía decir o hacer para que los dos tipos con cámaras se alejasen del lugar lo suficiente como para poder hacer que la chica estuviese en paz. Se me encendió la bombilla dos segundos antes de que llegasen.

- Eh, tu. - Uno de ellos había alzado la voz para llamar mi atención tras darse cuenta de mi presencia. Se les veía decepcionados por encontrarse conmigo y no con la espectacular muchacha. Alcé la mirada y les miré como si me sorprendiese de verlos. - ¿Has visto a una mujer por aquí? - Fruncí el entrecejo y me levanté de la roca para ponerme en frente de ellos. Les describí a la joven exagerando alguna que otra parte y confundiéndome en otras, como haría cualquiera que solo le hubiese mirado las tetas y el culo al verla pasar. Asintieron.
- Se ha ido por allí – señalé el camino por el que yo había atajado con la mano derecha. - Pero si queréis pillarla tendréis que correr, parecía que tenía prisa, no me ha dado tiempo ni a intentarlo, ya sabéis a lo que me refiero... - reí con sorna. Me dieron las gracias y a toda prisa fueron por donde les había indicado. Sonreí. Algunas veces, me planteaba eso de dedicarme al teatro.

Esperé un par de minutos para asegurarme de que se alejaban lo suficiente de allí antes de acercarme a la chica. Cuando el tiempo pasó me acerqué a las rocas de antes y le sonreí.
- Creo que ha sido un éxito – afirmé con una sonrisa tendiéndole la mano para ayudarla a salir de allí. Educación ante todo, claro.